El término neuroarquitectura puede resultar complejo, pero la relación entre la mente y los espacios arquitectónicos es algo que contemplamos en nuestro día a día, sin darnos cuenta.
La intensidad de la luz, el nivel de la temperatura y humedad, los colores y texturas o la sonoridad del espacio, los techos altos, los pasillos y escaleras… cada elemento arquitectónico influye en nuestro estado físico y mental. Es precisamente lo que busca la neuroarquitectura: entender cómo el espacio afecta a la mente humana.
Esta disciplina emergente y nacida en Estados Unidos, se consolidó, oficialmente, en el año 2003 con la fundación de la Academia de Neurociencias para la Arquitectura (ANFA) en San Diego (California), que tiene como objetivo “investigar cómo debe ser el diseño del espacio en el siglo XXI para mejorar nuestro bienestar, aumentar el rendimiento y reducir el estrés y la fatiga de las ciudades.”
Investigaciones sobre neuroarquitectura
Revelaciones en el campo de la neurociencia, ciencias sociales y ciencia del comportamiento están teniendo una profunda influencia en el diseño del espacio de trabajo. Un estudio encontró que, simplemente, cambiando el tamaño de las mesas en la cafetería, los empleados eran 36% más propensos a interactuar con otros a lo largo del día, lo que potenció la colaboración y productividad.
También hay un estudio que afirma que los techos altos favorecen la creatividad y los bajos, la concentración y que ver árboles en nuestro espacio de trabajo nos alarga la vida.
Neuroarquitectura: por un espacio de trabajo más productivo
A continuación, te ofrecemos algunas pautas para aplicar la neuroarquitectura en tu espacio de trabajo y ser más efectivo, según las normas de la neuroarquitectura:
- Iluminación: Procura que tu espacio de trabajo esté siempre iluminado de forma adecuada, tanto con luz natural como con luz artificial, ya que una buena iluminación favorece la concentración e incide positivamente en el bienestar físico. Está demostrado que la luz cálida disminuye los niveles de estrés y potencia el desempeño cognitivo.
- Distribución de los espacios: Crea distintos espacios de trabajo que faciliten tanto el trabajo individual como el cooperativo, siempre desde una perspectiva interdisciplinar. En este sentido, los espacios de coworking son buen ejemplo de ello, ya que se están adaptando a las nuevas formas de trabajo y cuentan con estancias diáfanas que favorecen la interacción con el resto de compañeros, así como diferentes espacios adecuados al tipo de tarea que se vaya a desempeñar.
- Visibilidad: Poder ver a otras personas incrementa la probabilidad de que interactúes con ellas, según varios estudios que simulan el número de conexiones visuales que un empleado hace con sus compañeros de trabajo a lo largo del día.
- Ruido: Es evidente que el ruido puede afectar el desempeño en las tareas. El punto medio está alrededor de los 70 decimales –ése es el ruido suficiente para brindar energía creativa, pero no demasiado silencioso como para sentirte atrapado-. Puedes modularlo variando la altura de los techos, utilizando paneles acústicos, moquetas, etc.
- Temperatura: Nuestro cerebro es muy sensible a la temperatura y ello puede repercutir tanto a nivel cognitivo como emocional. Diversas investigaciones sugieren que el rango de temperatura ideal estaría entre los 20 ºC y los 23 ºC, aproximadamente, y que la humedad relativa debería rondar el 50%.